¿QUE NO ES UN SINDICATO?

Generalmente las definiciones en negativo esconden las dificultades para definir positivamente el objeto de definición, pero dibujan el contorno como las sombras en un claroscuro. Suelen ser un recurso tramposo para cubrir el desconocimiento de la realidad, para sobrevolarla sin detenerse en los matices que contiene más allá de sus líneas fronterizas. Y sin embargo, como recurso didáctico puede servir en un momento dado para ofrecer una introducción que ayude a los legos, cuanto menos, a eliminar exigencias imposibles. Porque si el padre o la madre de un alumno viene al colegio con exigencias médicas, pidiéndole al profesorado que expida una receta para el catarro, habría que explicarle a esos padres qué no es un colegio, y no sería tramposo en absoluto.

El ejemplo anterior puede parecer extravagante, pero deja de serlo si lo aplicamos al ámbito sindical, un espacio que, como el resto del mundo del trabajo, ha sido expulsado de la cultura en las sociedades neoliberales y es para muchos y muchas un gran desconocido. Por eso merece la pena hablar de sus límites y dibujar sus contornos para evitar malentendidos y preguntarse qué no es un sindicato, para también evitar exigencias inverosímiles como las de los padres del ejemplo anterior.
¿Qué no es un sindicato?
Un servicio público
Las organizaciones sindicales no son un servicio público. Es cierto que son un instrumento colectivo para acceder a los derechos, y en eso se parecen a los servicios públicos que también son comunitarios y permiten el acceso ciudadano a sus derechos fundamentales. Pero los sindicatos no son quienes tienen la responsabilidad de, con sus servicios, dar acceso a los derechos ciudadanos. Son una herramienta para reivindicarlos, mientras que un servicio público tiene la obligación de prestarlos.
Esa diferencia en cuanto al sujeto responsable de intervenir directamente sobre la carencia de derecho, que es el servicio público, tiene dos consecuencias: que el servicio público es insustituible, de ahí la defensa que el movimiento sindical hace de este; y que no puede exigírsele a las organizaciones sindicales que den una cobertura que no les es propia. Las organizaciones sindicales son una herramienta para la organización de los trabajadores, para que estos, organizadamente, resuelvan sus problemas; no son un grupo de héroes obligados a aparecer allí donde hay un problema para solucionarlo.
Un movimiento social
El movimiento sindical, por su naturaleza y por mandato constitucional, tiene unas funciones muy distintas a las organizaciones clasificadas como movimientos sociales. Mientras que estas organizaciones son ajenas a los espacios de poder, están al margen de los lugares donde se toman las decisiones, las organizaciones sindicales participan mediante la concertación social y la negociación colectiva de estas decisiones, con más o menos fuerza en función de la que hayan conseguido acumular mediante la movilización. Por eso no pueden instalarse en purismos con respecto a la calidad moral del enemigo, y tienen la obligación de responder a las llamadas a negociar. Otra cosa es la posibilidad o no de llegar a acuerdos, pero la renuncia a la negociación es una negación de su propia naturaleza. Por eso las organizaciones sindicales que han caído en esta trampa no han conseguido instalarse suficientemente en el mundo del trabajo, y han terminado funcionando con apariencia de movimiento social, pero sin influencia en el espacio que les da razón de ser que es, insisto, el del trabajo.
No es exigible que por la falta de legitimidad democrática de gran parte del empresariado español los sindicatos renuncien a negociar convenios colectivos, por ejemplo, o que por las políticas anticiudadanas del gobierno de turno se pierda una oportunidad para abrir espacios de diálogo en los que hablar de los problemas de la gente. Ya veremos si es posible el acuerdo o no, pero igual que durante la dictadura los cuadros de CCOO se introdujeron en un sindicato vertical de origen fascista para representar a sus compañeros allí donde se tomaban las decisiones fundamentales, hoy tienen que acudir a Moncloa, donde un gobierno deslegitimado por su política, pero elegido en las urnas (que no es poco), puede acusar el desgaste de la movilización sostenida de los últimos años y ceder a alguna reivindicación del mundo del trabajo. ¿Es este el momento apropiado? Desde luego es mejor tener enfrente a una contraparte debilitada que fuerte. Eso lo sabemos los que hemos tenido ocasión de negociar en cualquier ámbito.
Un partido político
Y tampoco son partidos políticos, lo que supone, en ocasiones, una gran ventaja. Mientras los partidos se mueven obligados por los tiempos electorales, para el movimiento sindical los tiempos tienen que ver con las oportunidades reales que ofrece la realidad concreta. Es cierto que los partidos, en la medida en que optan al gobierno, tienen la ventaja de poder tomar las decisiones de forma unilateral, y que el movimiento sindical a lo más que puede aspirar es a presionar para que quien gobierna acepte sus reivindicaciones. Pero compensan esa desventaja saliéndose de la lógica electoral, aunque a una parte de la izquierda, la que aspira a que otros hagan sus deberes, le pueda molestar el supuesto balón de oxigeno de la negociación con el gobierno a quien tienen la obligación de clase de derrotar políticamente. Por eso no tiene sentido hablar de balones de oxigeno, como recientemente ha hecho algún periodista, cuando se abre una negociación con el gobierno. Es verdad que al mundo del trabajo no nos es indiferente quien gobierna. Somos independientes de cualquier organización, pero no equidistantes de sus políticas. Sin embargo, nuestra lógica no puede sujetarse a la oportunidad electoral de manera fundamental, porque hay otras realidades que pesan más por nuestra naturaleza. Si un 26% de paro y una pobreza que ya afecta casi a una de cada cuatro personas no marcan las condiciones que definen un momento para negociar políticas de protección social y contra el paro, entonces no existe ese momento. ¿Por qué habrían de estar los plazos electorales por encima de las cifras del paro?
En definitiva, las organizaciones sindicales, por su naturaleza tienen, como todas, un alcance y unos límites que marcan aquello que es exigible. Igual que resulta inverosímil exigirle medicamentos al profesor de tus hijos, lo es la retórica del balón de oxígeno, o la exigencia de pureza que es más propia de los movimientos sociales. Con un poco de suerte habrá muchas fotos en Moncloa con este gobierno y con los siguientes. El movimiento sindical seguirá cumpliendo con el papel que tiene por naturaleza y por imperativo legal y constitucional. Y seguirá, por cierto, sin expedir medicamentos.

Sección Sindical de CCOO Nissan