Donde está el límite? Reflexión de un compañero de Citroën Vigo

Reproducimos aquí la reflexión de un compañero de montaje en la factoría Citroën en Vigo , al que ficticiamente le han puesto el nombre de Carlos ,que han publicado en  la pagina web de la sección sindical de CCOO en Citroën. Pensamos que aunque haya distancia entre los centros de trabajo, el sentimiento y las sensaciones son muy parecidas , casi las mismas. Eso nos demuestra que la lucha es similar en todo el entorno industrial y más especialmente en la automoción.

Desde CCOO en Nissan ,subscribimos una por una todas las palabras de esta profunda reflexión del compañero de Vigo  , que salvando nomenclaturas propias  de aquellas plantas, perfectamente nos vemos reflejados cualquiera de nosotros reflexionando sobre nuestro día a día. Merece la pena dedicarle unos minutos a su lectura ,para darnos cuenta que no somos los únicos y que tan solo uniendo nuestras fuerzas  solidariamente y creyendo firmemente  en el objetivo, lograremos derrotar ese sentimiento de amargura y desazón que nos invade cada día.

 

 

Donde está el límite?

  • Reflexión pública de un compañero de montaje  de Citroën Vigo

Procuro no pensar en el mañana porque tengo miedo que de llegue pronto, mi nombre es Carlos, tengo 33 años, trabajo en el taller de montaje de PSA Vigo y este es el planteamiento con el que afronto mi día a día, solo así voy logrando pasar una a una y lentamente las gruesas páginas del libro de la vida de un trabajador del sector más duro de la automoción, un libro que como la mía abraza entre sus tapas muchas historias cuyo final se intuye dramático.

En ocasiones vuelvo la vista atrás e intento realizar un recorrido a lo largo de estos 14 años, los recuerdos, las vivencias se suceden a modo de fotogramas, comparo los tiempos, las situaciones y me doy cuenta de que absolutamente nada queda de aquella fabrica en la que entré acompañado por mi padre, un padre que de gozar de vida, hoy sentiría a partes iguales indignación y vergüenza por ver en lo que se ha convertido la empresa a la que dedicó más de 30 años.

Sé que pertenezco a una generación que por lo general ha crecido asentada en la comodidad y que ahora nos toca afrontar momentos difíciles, me hago cargo, pero no me resigno a vivir así, sometido a voluntades injustas, bajo una sumisión cuyo mayor objetivo es un  simple contrato de 8 horas, expuesto a unas condiciones de trabajo crueles,  que ya han dejado cicatrices en mi cuerpo, y que sin duda lo harán en mi mente, a que mi vida la rija un reparto  cuya saturación  apenas me deja fuerzas para poder disfrutar de las cosas más esenciales de la vida.

Trabajo en un taller  en el que el paracetamol y las muñequeras se han convertido en parte de mis herramientas de trabajo, en el que  soportar el dolor es una más de mis operaciones en el puesto, en el que el respeto al igual que el tiempo de fatiga ha sido absorbido por el sistema andón, un andón cuya melodía va camino de convertirse en la triste banda sonora de mi vida; reconozco que a veces desfallezco, me vence el desánimo, solo la foto de mis hijas en el salva pantallas del móvil me da fuerza para aguantar hasta el próximo descanso, no quiero pensar, si pienso me derrumbo.

A menudo necesito desahogarme, me frustra cuando mi propio entorno se muestra incrédulo al  relatarle  las situaciones que padezco, no comprenden que aquello que había sido un referente social, se haya convertido en un centro de trabajo al que sus empleados acuden bajo un estado de  desánimo y  desesperanza unánime; trabajadores encaminados a convertirse en autómatas, trabajadores que no piensen, que no sueñen, que su único sentimiento sea el miedo; recuerdo que mi padre comentaba alguna vez que de niño en la escuela, cuando hacía mal las tareas el maestro los castigaba obligándoles a ponerse de rodillas con los brazos abiertos y un libro cada mano, castigos en desuso que buscaban coaccionar al alumno a través de la humillación y la exposición  pública, salvando las diferencias, en mi empresa  existe algo parecido, se aplica a través de algo llamado POS IT.

Me preocupa escuchar con frecuencia a mis compañeros hablar con anhelo sobre la jubilación, pareciese como si no les importase vivir una juventud fugaz a cambio de liberarse de un sistema laboral que les oprime. Intuyo con mucha preocupación un futuro desalentador para quienes como yo vemos agravadas día a día nuestras patologías médicas y me pregunto ¿Qué será de mí dentro 10 años? ¿podré seguir soportando estas condiciones? ¿se hará cargo la empresa de las mías?

Mañana a la misma fatídica hora que los últimos 14 años volverá a sonar el despertador, y  yo volveré empujado por las obligaciones a afrontar mi particular desafío diario  en la cadena de montaje , eso sí lo haré como lo he hecho siempre, con entereza, con orgullo de ser lo que siempre he sido, un trabajador, un obrero  que a pesar de todo se niega a renunciar a un mañana  en el que no haya que seguir dejando la dignidad en las taquillas, a seguir  viviendo entre el miedo y la incertidumbre, a ver como la amargura que provoca la injusticia ensombrece las cosas realmente importantes de la vida, todavía conservo la  fe en las personas y a menudo utilizo como la base que sostiene mi esperanza una sabia reflexión que un célebre escritor francés dejó plasmada «el  futuro está oculto detrás de los hombres que lo hacen».

 

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